28/9/07

SECUENCIA DE UN ASESINATO



El reportero gráfico, Kenji Nagai de 50 años, fue alcanzado por un disparo del Ejército birmano, que intentó disolver por la fuerza una manifestación en las calles de Rangún. La cifra de víctimas ha sido ofrecida por la MRTV, la televisión estatal.

La casualidad hizo que este periodista fuera testigo del momento en el que el fotógrafo japonés fue abatido por los disparos de los soldados, que habían abierto fuego contra unos 1.000 manifestantes en las calles de Rangún.


Todo ocurrió cerca de la pagoda de Sule, centro de las protestas encabezadas por monjes budistas. Me hallaba cerca de un grupo de manifestantes cuando, de pronto, me vi envuelto en una huida desesperada. La policía y el Ejército disparaban indiscriminadamente contra la multitud y una nube de humo cayó sobre nosotros.
Tras la carrera hacia ninguna parte, un fotógrafo extranjero se acercó a mí para preguntarme si estaba bien. Este compañero creía que el reportero herido era yo. Él sí lo vio caer, pero ya no volvió a levantarse.
Posteriormente, el Gobierno de Birmania comunicó a la embajada de Japón en Rangún que un ciudadano de esa nacionalidad había muerto en medio de las protestas, las más importantes contra la Junta militar birmana en 20 años. La comunicación fue confirmada por la agencia japonesa de noticias Kyodo.

El reportero japonés Kenji Nagai, que murió el jueves durante una protesta en Rangún, estaba habituado a cubrir conflictos y había trabajado en las guerras de Irak y Afganistán, informó la agencia japonesa Kyodo.
El periodista, de 50 años y que trabajaba para la agencia de vídeo nipona APF, grababa el jueves con una pequeña vídeo-cámara las protestas contra la Junta Militar birmana en Rangún cuando fue alcanzado por disparos de los soldados que quisieron dispersar a los manifestantes, según Kyodo.
El Gobierno japonés anunció el jueves que tiene previsto presentar una protesta formal ante las autoridades de Birmania por la muerte de Nagai, aunque de momento evita hablar de sanciones.

En rueda de prensa, el ministro portavoz del Ejecutivo nipón, Nobutaka Machimura, indicó que exigirán "una clarificación de la verdad" y que esperaba que las autoridades birmanas tomasen las "medidas apropiadas para garantizar la seguridad de los ciudadanos nipones" en el país.
"De momento vamos a considerar qué hacer después de los acontecimientos y el resultado de las negociaciones, pero por ahora no estamos pensando suspender de inmediato nuestras ayudas", apuntó Machimura.
Kenji Nagai trabajaba para una agencia de vídeo japonesa y, por voluntad propia, pidió a la dirección desplazarse durante una semana a Birmania para cubrir la revuelta popular contra la junta militar birmana encabezada por los monjes.
Toru Yamaji, el presidente la agencia de noticias de vídeo APF News en la que trabajaba el infortunado, afirmó en una rueda de prensa en Tokio que Kenji Nagai se encontraba en Birmania para "informar sobre la evolución del proceso de democratización de la nación" y fue idea del periodista viajar a este país del sudeste asiático.

Presidente de APF aseguró además que Nagai se encontraba en Bangkok cuando sugirió a su empresa la posibilidad de desplazarse a Birmania, donde llegó el pasado martes. Además, recordó que solía decir que "alguien tiene que ir y cubrir las áreas a las que nadie quiere ir".
El fotógrafo japonés Aika Kano, que trabajó en Irak con el fallecido, aseguró que Nagai era "una persona muy amable y con un fuerte sentido de la justicia", especialmente "sensible al tema de los derechos humanos".
Por su parte, la madre del fallecido, Michiko Nagai, de 75 años, se mostró consternada por la noticia y aseguró desde su casa, en la provincia de Ehime (sudoeste del país), que el reportero no le dijo que estaba en Birmania. "La última vez que estuvo en casa fue hace tres años", explicó su madre, que agregó que, tras descubrir que había ido a Afganistán, le pidió que "no fuera a ningún sitio peligroso".
Nagai estudió un año de inglés en Estados Unidos después de terminar sus estudios en la escuela universitaria y comenzó a trabajar como periodista 'free lance' y a viajar por varios países en guerra.
El Club de Corresponsales Extranjeros de Japón (FCCJ, en inglés) condenó la muerte en Rangún de Kenji Nagai y "el uso de la violencia por parte de las fuerzas de seguridad de Birmania". Asimismo, el FCCJ instó a la junta birmana a "respetar los derechos humanos de los periodistas en el país" y su "derecho a informar".

24/9/07

VITORIA-GASTEIZ,CAPITAL DEL FOTOPERIODISMO


Como el año pasado,este año se da comienza a la segunda edición de periscopio.

El concurso fotográfico para aficionados de gasteiz,los premios son los mejores del mundo,pero bueno para la gente es un buen escaparate,ya que también premian al comerciante que cede sus paredes al artista,dotándole de la misma cantidad de dinero en premios.

Animaros e inundar los establecimientos de vitoria de fotografías

No solo es para que la gente exponga sino que el ayuntamiento realiza unas exposiciones en la ciudad de los mas importantes fotógrafos,recordemos por ejemplo la de Sebastiao Salgado del año pasado "WORKERS" o los retratos de la gran Isabel Muñoz o la sección de 4 esquinas en Montehermoso dedicada a los fotógrafos locales

El plazo de admisión de obras termina el 3 de Octubre,ya sabéis mogollón de tiempo para preparar la obra,como siempre

11/9/07

FOTOGRAFIAR LA VIDA

Ya no podemos salir de casa sin llevar encima la cámara de fotos o de vídeo. Lo que antes era sólo el testigo de acontecimientos excepcionales es ahora un ojo omnipresente que todo lo graba, desde lo sustancial hasta lo accesorio. La expansión de las cámaras digitales permite hoy a cualquier individuo tirar cientos de instantáneas que podrá ver en la pantalla de su ordenador personal sin haber gastado un euro en su revelado. No es preciso ser selectivo.

El único límite viene impuesto por la capacidad de la tarjeta de memoria y por la duración de la carga de batería. Una nueva conquista del progreso que abre posibilidades insospechadas para el ocio y para la vida práctica. Un objeto de tamaño minúsculo se encarga de retener cada paso que damos, cada lugar que visitamos, cada rostro con que nos cruzamos, y dejar así testimonio icónico de nuestra biografía con el máximo detalle. Nada tiene por qué ser pasto del olvido: si quisiéramos, la cámara sería capaz de anotarlo todo para dejar a la posteridad el relato biográfico de nuestra existencia a escala 1:1. Lejos estamos ya de aquel asombro que hace más de un siglo hizo declarar a Émile Zola: «A mi entender, no podemos decir que hemos visto algo a fondo si no hemos sacado una fotografía de ese algo». Era la creencia de un escritor naturalista, obsesionado por la repro- ducción pormenorizada de la realidad y convencido de las ventajas del nuevo arte. Pero hoy aquella certeza ha empezado a desvanecerse. Cuando el turista regresa de sus vacaciones cargado de cedés con miles de imágenes, ¿puede decirse que ha «visto a fondo» los lugares que ahora muestra a sus amigos en tediosas sesiones de proyección? Si nuestros mayores registraban sólo los momentos estelares de su vida -el bautizo, la escuela, el servicio militar, la boda-, ahora no hay nada que no pueda quedar inmortalizado por el ojo fotográfico. Antes las fotos cabían en un simple álbum; ahora rebosan en una especie de superproducción hecha de secuencias muchas veces banales y sin relieve. Lo ha expresado bien Paul Virilio: «La fotografía ha abierto horizontes ilimitados a la patología del progreso, desde el momento en que nos incita a delegar en nuestras 'máquinas de visión' el poder exorbitante de mirar el mundo, de representarlo, de controlarlo». Basta observar cualquier pequeño acontecimiento doméstico -el cumpleaños de una criatura de la familia, por ejemplo- donde la mayoría de invitados abdica de su condición de pariente para formar un enjambre de paparazzis obsesionados por grabar todo lo que pasa. Al final resulta que vivimos los sucesos sin intensidad ni emoción porque estamos más pendientes de la cámara que del hecho en sí. Es como si nos dijéramos para nuestros adentros: «Ya me emocionaré cuando lo vea reproducido en el ordenador». La cámara se interpone entre la vida y nosotros. Preferimos ser testigos de lo que nos ha pasado en vez de actores de la función. O, dicho de otro modo, sólo somos protagonistas de la realidad virtual, reproducida, en vez de serlo de la realidad vivida. Pero esta pretensión tampoco colma nuestras aspiraciones. La sobrecarga de imágenes propias acumuladas en carpetas, cedés y deuvedés acaba haciendo de la vida una vasta enciclopedia, un enorme almacén de datos indiscriminados. Si los antiguos álbumes de fotos conservaban el encanto de lo selectivo y de lo sintético, los nuevos dispositivos de almacenamiento masivo producen montones informes de imágenes devaluadas por su propia cantidad. El fotógrafo amateur de la era digital sucumbe a una suerte de 'síndrome de Diógenes' que lo sepulta bajo una maraña de megapíxels sin identidad ni interés.Fragmentos de tiempoEl exceso de memoria anula la memoria. Cuando repasamos a velocidad vertiginosa todos esos retratos, paisajes y panorámicas donde se supone que reside el acta notarial de nuestras vivencias, nos asalta a veces la duda de haber estado ahí, de haber sido ese que al parecer fuimos, de haber aprovechado un tiempo del que no nos queda recuerdo real. ¿No seremos tal vez el producto de un montaje totalmente manipulado con Photoshop? Pero al fin y al cabo, eso son la fotografía y el vídeo: fragmentos de tiempo que no volverá. Piezas de un puzzle incompleto que vanamente tratamos de completar a base de vacío. Muchos testigos de accidentes de carretera cuentan algo cada vez más frecuente: cómo los automovilistas que se acercan al lugar detienen sus coches o reducen la velocidad pero no para prestar ayuda a las víctimas, sino para disparar sus cámaras. ¿No es acaso a eso a lo que invitan los periódicos que incluyen entre sus páginas espacios destinados a colocar fotografías de los lectores o a convertirse en periodistas por un día? Y, a cambio, la vida convertida en un espectáculo, en un 'reality-show' casero. Cualquier cosa con tal de vivirla virtualmente y no en su amarga, dulce, siniestra y tierna realidad